Italia 1990. Digno de novela

Cábalas, Maradona infiltrado, un bidón adulterado, cuatro penaltis detenidos por Goyco, construyeron el trágico (y heroico) paso argentino que vio coronarse a la RFA. 

Italia lucía como un escenario complicado para que el entonces astro del futbol revalidara el cetro ganado en México 1986. Diego Armando Maradona vivía su apogeo en la Serie A donde contribuyó a la obtención de los dos scudettos del Napoli en su historia, el segundo a unos días del Mundial italiano, torneo al que no llegó al ciento por ciento y aunque era idolatrado en el sur de la bota italiana, en el resto del país, no era así.

Antes de la inauguración, Argentina era un hospital; el Pelusa con uñas enterradas en los pulgares de los pies, así como Óscar Ruggeri, Ricardo Giusti, Jorge Burruchaga y Abel Balbo estaban entre algodones.

Llegó el 8 de Junio y tras caer ante Camerún en Milán, los albicelestes tiraron pants y uniformes de juego utilizados previo y durante ese duelo, incluso ‘Burru’ conminó a sus compañeros a dejarse la barba.

Durante la victoria 2 – 0 sobre la URSS, el monarca defensor vio la segunda Mano de Dios de Diego, al cortar con el antebrazo un cabezazo de Oleg Kusnetzov que iba a gol sin que se marcara el penalti; además perdió a su portero Nery Pumpido por fractura, pero su relevo, Sergio Goycochea se convertiría en una de las figuras del torneo junto al camerunés Roger Milla, el italiano Salvatore Schillaci y el capitán teutón, Lothar Matthaus.

La victoria ante los soviéticos y un empate (1 – 1) con Rumania en el que Gheorghe Hagi propinó al Peluda una patada en el tobillo que le acarrearía problemas el resto del certamen, le dieron a la albiceleste uno de los mejores terceros lugares, aunque eso implicó salir de Nápoles, donde jugaron casi como locales.

Los Octavos de Final trajeron dos finales adelantadas; en una de ellas, germanos y holandeses se vieron en Milán, recordada por los jalones de cabello y escupitajos lanzados por Frank Rijkaard al atacante teutón Rudi Voeller cuando caminaban a los vestidores tras ser expulsados.

El otro duelo fue el Brasil – Argentina, donde Maradona jugó infiltrado por la inflamación de su tobillo: “El doctor Raúl Madero me dijo que no entraba la aguja, porque había mucha sangre coagulada, se la quité y me inyecté porque no me iba a perder ese partido”, dijo años después.

En su mejor jugada del torneo, el capitán albiceleste se quitó a Alemao, Branco, Valdo y Dunga y sirvió para Claudio Caniggia, quien se safó a su tocayo Taffarel y definió de zurda. De esa acción, el zaguero brasileño Mauro Galvao arremetió contra Alemao, pues consideró que podía haber detenido al Pelusa y que no lo hizo por ser compañeros en el Napoli.

Al tiempo Diego señaló, que el bidón prestado por los ches, del que bebió el lateral rival Branco, estaba adulterado para restarle movilidad.

Éste fue el primer Mundial en que la FIFA multó a quienes fueran amonestados y expulsados; las sanciones iban de los 3 mil 750 dólares por una preventiva en la primera ronda, a los 22 mil 500 dólares por ver la roja en la Final. Cantidad que debieron cubrir los ches Pedro Monzón y Dezotti, primeros expulsados en el último duelo.

En Cuartos de Final Goyco detuvo dos disparos de los yugoslavos tal como se lo anunció a sus coequiperos.

Para la Semifinal, Argentina volvió al San Paolo y su rival, Italia, llegaba con cinco victorias y sin gol en contra.

“Nápoles siempre ha estado olvidada y del resto de Italia sólo ha recibido bofetadas, y cuando Nápoles ha necesitado de mí, he respondido bien, ahora necesito de ella”, dijo Diego con la idea de recibir apoyo en la Semifinal.

La tribuna en el San Paolo estuvo dividida, pues los napolitanos querían ver triunfar a su ídolo, pero también a su selección y tras empatar 1 – 1 llegaron los penaltis y Goyco detuvo otro par, mientras Maradona se recuperó de su falla ante Yugoslavia y anotó el de la diferencia y acabó la fiesta italiana.

En el duelo por la Copa FIFA se dio la repetición de la Final de México 1986; Alemania Federal marchaba invicta y con 14 goles anotados por cinco de Argentina que tuvo mucha suerte de su lado para llegar a Roma.

La victoria lograda a cinco minutos del final con el tiro penalti ejecutado de derecha por el zurdísimo Andreas Brehme, le dio la revancha a los teutones en un momento trascendental de la historia reciente de su país, pues se comenzaba a gestar la reunificación definitiva, y el Olímpico fue testigo del último partido de la ‘todopoderosa’ RFA, que se coronó con su mayor símbolo, Franz Beckenbauer, como timonel.

El trabajo del silbante Edgardo Codesal, primer mexicano en una Final quedó marcado por la polémica.

Maradona lloró largamente y años después comentó que “lástima que no tengo certeza para dar nombres y apellidos, pero hubo mano negra, estaba escrito que Argentina no debía ganar, lo hubieran dicho antes y ni siquiera habríamos jugado”.



Fuente: 
Por César Montiel en Récord Especiales, ‘Todo sobre Sudáfrica’, Ed. Notmusa, p. 108 – 109.

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