Aunque los serafines son seres muy afectuosos y comprensivos, no son criaturas con emociones sexuales. Son en gran parte como seréis vosotros en los mundos de estancia, en los que “ni os casaréis ni seréis dados en casamiento sino que seréis como los ángeles en el cielo”. Porque todos los que “sean tenidos por dignos de llegar a los mundos de estancia ni se casan ni se dan en casamiento; porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles”. Sin embargo, al tratar con las criaturas sexuales, es nuestra costumbre hablar de los seres de descendencia más directa del Padre y del Hijo como los hijos de Dios, refiriéndonos a la vez a los hijos del Espíritu como hijas de Dios. Por lo tanto, en los planetas sexuales, frecuentemente nos referimos a los ángeles usando pronombres femeninos.
Los serafines son creados para actuar tanto en el nivel espiritual como en el nivel concreto. Existen pocas fases de actividad morontial o espiritual que no estén abiertas a sus ministraciones. Aunque en condición personal los ángeles no están muy alejados de los seres humanos, en ciertas actuaciones funcionales los serafines los trascienden considerablemente. Poseen muchos poderes, mucho más allá de la comprensión humana. Por ejemplo: se os ha dicho que “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados”, y es verdad que así es, pero un serafín no pasa el tiempo contándolos y manteniendo la contabilidad corregida y actualizada. Los ángeles poseen poderes inherentes y automáticos (es decir automáticos en cuanto a lo que vosotros podáis percibir) de saber estas cosas; vosotros en verdad consideraríais que los serafines son prodigios matemáticos. Por lo tanto, numerosos trabajos que serían tareas enormes para los mortales, son realizados por los serafines con gran facilidad.
Los ángeles son superiores a vosotros en estado espiritual, pero no son vuestros jueces ni acusadores. Sean cuales fueran vuestras faltas, “los ángeles, aunque más grandes en poder y fuerza, no traen acusación alguna contra vosotros”. Si los ángeles no emiten un juicio sobre la humanidad, tampoco deberían los mortales prejuzgar a sus congéneres.
Hacéis
bien en amarlos, pero no debéis adorarlos; los ángeles no son objetos de adoración.
El gran serafín, Loyalatia, cuando vuestro vidente “cayó de rodillas para
adorar a los pies del ángel”, dijo: “Nunca hagas eso; yo soy un siervo junto a
ti y junto a tu raza, todos unidos en la adoración a Dios”.
En cuanto
a naturaleza y dote de la personalidad los serafines están apenas un tanto adelante
de las razas mortales en la escala de existencia de las criaturas. En efecto,
cuando os liberéis de la carne, os volveréis muy parecidos a ellos. En los
mundos de estancia comenzaréis a apreciar a los serafines, en las esferas de la
constelación disfrutar de ellos, mientras que en Salvington compartirán su
sitio de descanso y adoración con vosotros. A lo largo de la entera ascensión
morontial y espiritual subsiguiente, vuestra fraternidad con los serafines será
ideal; vuestro compañerismo será soberbio.
Fundación Urantia, “El libro de Urantia”, p. 459 – 460.
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