Es necesario mencionar que en general conforme a su naturaleza, todos los activos propiedad de una entidad pueden agruparse en dos: monetarios y no monetarios con el fin de satisfacer las necesidades que plantea la tendencia contable hacia los flujos de efectivo (como lo demuestra el estado de flujos de efectivo, el reconocimiento de la inflación, además de la importancia de la contabilidad devengada, y la información financiera sobre esta base, como el balance general, el estado de resultados y el de cambios en el capital contable), es por ello que se toma en cuenta esta clasificación.
Activos monetarios son los que representan efectivo o sus equivalentes, o el derecho de recibir un flujo de efectivo, es decir, una cantidad fija o determinada de unidades monetarias a favor de la entidad.
Activos
no monetarios son aquellos cuyo beneficio futuro está representado por un significado
económico que varía según sus características específicas intrínsecas y el comportamiento
de su valor en el mercado.
Álvaro Javier Romero López, ‘Principios de Contabilidad, Ed. Mc Graw Hill (4° edición), p. 157.

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