Mostrando las entradas con la etiqueta Profeta. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Profeta. Mostrar todas las entradas

Mahoma. Tiempos de intolerancia

Terminada la campaña contra Siria, Mahoma se instaló en Medina y se dedicó a programar la administración de su creciente imperio, labor a la que dedicó todo su tiempo y su empeño, por lo que, al llegar el tiempo de la peregrinación, prefirió quedarse al mando del gobierno y delegar en Abu Bakr el cargo de Emir o líder de los peregrinos; la caravana partió con trescientos hombres y los camellos para sacrificar conforme la tradición. Pero al poco tiempo el Profeta tuvo una revelación, por lo que ordenó a su discípulo Alí que montara el Al Abdá, que era su camello más veloz, y fuera a La Meca a toda prisa para difundir allá la proclama que había recibido de Alá y que ya formaba parte del Corán.

Mahoma. La conquista de La Meca

Cuando sintió que había reunido la fuerza suficiente, Mahoma comenzó a dar forma a su gran proyecto: la toma de La Meca. Su primer movimiento fue la propuesta de un pacto de paz que acordó con Abu Sufián, jefe de los coraixíes y gobernador de La Meca. Este pacto fue conversado y acordado, pero Mahoma se cuidó de no redactarlo y firmarlo, de manera que sus términos eran ambiguos y dejaban un gran margen para la interpretación, pero le resultaba útil para desactivar por algún tiempo las medidas de defensa que podían tomar los coraixíes, en virtud de que no se sentirían amenazados. Esta estrategia le permitió comenzar a preparar, en secreto, la expedición de conquista, tratando de evitar, por el mayor tiempo posible, que los coraixíes se dieran cuenta de sus intenciones, lo que aparentemente dio resultado y Mahoma logró reunir diez mil hombres y ponerlos en movimiento antes de que los coraixíes sospecharan algo. Las primeras jornadas se realizaron por el terreno abrupto, evitando los caminos, para que su desplazamiento pasara inadvertido; se dice que el ejército llegó hasta el valle de Marr Azzharán, próximo a la ciudad sagrada sin ser advertido, aunque hasta ahí llegó gente que quería abrazar la fe del Islam y unirse a sus fuerzas, lo que indica que la noticia había corrido ya. Uno de los allegados fue Al Abbás, tío de Mahoma, quien finalmente había decidido apoyar a su sobrino, aunque es probable que sus intenciones fueran diplomáticas, porque una noche salió a explorar el terreno y se encontró con dos hombres que de inmediato fueron hechos prisioneros por los guardias de avanzada; se trataba nada menos que de Abu Sufián y de uno de sus generales; ambos fueron llevados ante la presencia de Umar, quien quedó sorprendido y satisfecho de haber capturado al líder de sus enemigos sin librar batalla alguna y blandió su cimitarra con intenciones de resolver la situación de manera expedita, pero Abbás se interpuso, aduciendo que esos eran sus prisioneros y quedaban bajo su protección hasta que el propio Mahoma emitiera su veredicto.

Mahoma. Un tratado de paz

Habían transcurrido seis años desde la Hégira y Mahoma había logrado ya la consolidación de su sistema religioso, aunque actuando más como político que como místico, pues su fuerza radicaba en su organización social y su capacidad bélica. Pero la propuesta de Mahoma estaba vinculada indisolublemente con las tradiciones del mundo árabe y éste tenía por centro a la ciudad de La Meca y a la Kaaba, por lo que el Islam no podría imponerse completamente sin asentarse precisamente en el corazón de la personalidad árabe.

Mahoma. La Hegira

Aquel periodo de encierro y meditación rindió grandes frutos, aunque sólo en un sentido filosófico o doctrinario, pero la expansión de la fe se había detenido y la condición del profeta no podía haber sido más lamentable, había perdido a su esposa Kadidja y a su tío Abu Talib, quienes eran sus dos grandes apoyos, tanto morales como políticos e incluso financieros. Habían pasado ya diez años desde que recibiera las primeras señales de su misión y la cosecha era demasiado pobre, pues a pesar de que las doctrinas del Islam eran ya parte de una polémica ideológica entre la gente, los verdaderos conversos eran pocos y estaban confusos y desconectados, pues les faltaba una liturgia religiosa que definiera su conducta y su pensamiento, pero sobre todo les faltaba la presencia de su líder. De todo esto estaba consciente el Profeta, y por eso decidió abandonar su refugio y retomar su actividad proselitista, pero buscando la mayor seguridad y eficacia posibles, por lo que aprovechó la llegada del mes sagrado de tregua y peregrinación para salir de su escondite y volver a establecer el contacto con la gente de las tribus foráneas, lo que le había dado muy buenos resultados anteriormente. Después de diez años había comprendido que la ciudad de La Meca no era el terreno propicio para la difusión de su doctrina, pues ahí su palabra y su persona eran interpretados a partir de un conjunto de antecedentes que distorsionaban la comprensión y aceptación del mensaje, por lo que ahí la difusión de la fe no tenía futuro; así que en esta ocasión se propuso hacer contacto con los dirigentes de las tribus de otras regiones, con objeto de encontrar alguna que lo acogiera sin prejuicios y le facilitara el ejercicio comunitario de su religión y su propagación, sin que esto generase los conflictos de su tierra natal.

Mahoma. Un viaje milagroso

El exilio en el desierto no fue muy largo, pues Zaid consiguió un refugio en la casa de uno de los fieles discípulos, llamado Mutim Ibn Aadi; ahí permaneció escondido el Profeta, esperando el momento oportuno para restablecer las relaciones con sus discípulos y reanudar sus prédicas; mientras tanto continuaba con sus meditaciones y la redacción del Corán; fue en esas circunstancias que tuvo una de sus más famosas revelaciones, episodio que es conocido como "el viaje a Jerusalén" o el "viaje al séptimo cielo". Dicen las escrituras que la noche en que se produjo esta revelación el silencio y la quietud eran tan densos que no se escuchaba movimiento alguno de personas o animales, y que las mismas aguas dejaron de murmurar y el viento corría entre las ramas sin provocar ruido; de pronto, una voz despertó a Mahoma: 

— ¡Despierta, deja de dormir!

¿Cómo está constituida la Kaaba?

Publicado originalmente por la revista Muy Interesante, en esta ocasión se comparte un artículo con imagen integrada sobre la Kaaba, el santuario más importante del Islam, alojado en la ciudad árabe de La Meca. En este texto se explica parte de su historia y los elementos que la forman.

Yihad y guerra santa

Según la tradición coránica, dos son los tipos de yihad: la “gran yihad” y la “pequeña yihad”. La primera incita a la lucha interna en un contexto de crecimiento espiritual; sólo la segunda sanciona el ejercicio de la guerra como vehículo de inmersión en el islam. Con toda seguridad, la puesta por escrito del Corán es posterior a la muerte del Profeta y recoge múltiples contradicciones resultantes de la recopilación de revelaciones surgidas en momentos históricos diferentes. Así, a lo largo del Corán encontramos suras que se oponen abiertamente a la guerra, otras consienten la guerra defensiva y otras más abogan por un modelo agresivo de expansión del islam. 

Revelaciones agotadoras

Paradójicamente, Mahoma era analfabeto, de manera que cuando recibía una revelación la transmitía oralmente y sus oyentes se encargaban de repetirla y memorizarla hasta que alguien la fijaba por escrito. Sin embargo, el modo en que le llegaban los mensajes divinos variaba mucho de unos casos a otros. Podían ser visiones claras o frases casi incoherentes e inarticuladas, mensajes luminosos o palabras dolorosas y oscuras. Según explicaba el propio Mahoma: "La revelación más difícil es la que me llega como el tintineo de una campana, aunque la reverberación se reduce a partir del momento en que soy consciente de su mensaje". En alguna ocasión, la revelación incluía instrucciones sobre cómo debía transmitirla, pero con frecuencia se encontró con grandes dificultades a la hora de entender los mensajes que recibía y luchó agónicamente hasta descifrarlos. Cierta vez dijo, refiriéndose a este proceso: "Jamás recibí una revelación después de la que no sintiera que me habían arrancado el alma". 

La recomendación del momento

Fernán Silva Valdés – Ha caído una estrella

¡Qué lindo, vengan a ver qué lindo: en medio de la calle ha caído una estrella;

Lo más popular de la semana