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Definición y fuerza del gusto

Llámese gusto al sentido que nos relaciona con los cuerpos sápidos, por medio de la sensación que sobre el órgano destinado a apreciarlos causan. El gusto, que se excita por apetito, hambre y sed, es base de varias operaciones, de donde resultan crecimiento, desarrollo y conservación en los individuos, haciendo que se repongan de las pérdidas originadas por las evaporaciones vitales. 

Del placer de la mesa. Accesorios industriales

Como consecuencia inmediata de tales antecedentes, toda la industria humana se ha concentrado para aumentar la duración e intensidad del placer de la mesa.

Del placer de la mesa. Efectos

El placer de la mesa no produce arrebatos, éxtasis ni arrobamientos; pero gana en duración lo que pierde en intensidad, y se distingue sobre todo por el privilegio particular de que goza, disponiéndonos para todos los demás deleites o al menos consolándonos por haberlos perdido.

Diferencia entre el placer de la comida y el de la mesa

Tales debieron ser, por naturaleza de las cosas, los elementos del placer de la mesa, el cual hay necesidad de distinguir del de la comida, su antecedente necesario.

Origen del placer en la mesa

Las comidas, en el sentido que damos a esta palabra, han empezado con la segunda edad de la especie humana, es decir, desde que dejo de alimentarse con frutas. La preparación y distribución de los manjares han necesitado la reunión en familia; los jefes distribuían a sus hijos los productos de la caza y los hijos adultos hacían lo mismo con sus ancianos padres. Limitadas dichas reuniones primero entre parientes cercanos, se extendieron sucesivamente comprendieron a los vecinos y amigos.

Del placer de la mesa

Decía George Bernand Shaw que “no hay amor más sincero que el amor a la comida” y esto lo supo de sobra Jean Anthelme Brillat – Savarin (1755 – 1826), uno de los primeros escritores gastronómicos de la historia. Claro, antes de él se escribieron varios libros de cocina y memorias sobre banquetes, pero no se había ensayado una filosofía de ella ni se intentó teorizar sobre los valores de los alimentos y, sobre todo, no se estructuró un arte tan exquisitamente francés, como los es el bien comer. He aquí algunas “meditaciones” tomadas de su libro póstumo ‘La fisiología del gusto’ (1826), en el que, hablando del placer de comer, también se deleita en describir otras pasiones de los sentidos.

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