El placer de la comida es la sensación actual y directa de una necesidad que se satisface. El placer de la mesa es la sensación reflexionada que nace de las diversas circunstancias de hechos, situaciones, cosas y personas que acompañan al sustento.
El placer de la comida exige, si no hambre, al menos apetito; el placer de la mesa muy a menudo independiente tanto de aquella como de éste. En los primeros platos y al empezar la sesión, cada uno come con avidez, sin hablar, sin prestar atención a lo que pueda decirse, y cualquier rango que en la sociedad se tenga, todo se olvida para no ser más que un operario en la gran fábrica “comiente”. Pero en cuanto queda satisfecha la necesidad, nace la reflexión, se emprenden pláticas y principia otro orden de cosas; y el que hasta entonces no era más que un consumidor, se convierte en convidado más o menos amable, según los medios con que le haya dotado el Creador de todas las cosas.
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