Antes de su labor pastoral, Jesús habla a los doce discípulos que están sentados a su alrededor: "Hermanos míos, la hora del reino ha llegado, cada uno de ustedes ha aprendido más sobre el reino de mi Padre, pero en este momento tengo algo más que decirles. El nuevo reino está a punto de establecerse en el corazón de sus hijos terrestres y está destinado a ser un dominio eterno. Solemnemente declaro que mi Padre no es el Dios de los judíos o de los gentiles, es el Señor del Universo y no tiene favoritos, por lo que muchos vendrán del este y del oeste para sentarse con nosotros en el reino del Padre, mientras que muchos hijos de Abraham y Moisés se negarán a entrar en esta nueva hermandad. El poder de este reino no consiste en el número, fuerza de los ejércitos ni en la cantidad de riquezas, sino en la gloria del espíritu divino que vendrá a enseñar la mente y dirigir el corazón de los ciudadanos renacidos de este reino celestial: los verdaderos hijos de Dios.
"Esta es la fraternidad del amor donde reina la rectitud y cuyo grito será: ¡Paz en la tierra y buena voluntad entre todos los hombres! Este reino, que muy pronto van a proclamar, es el deseo de los hombres de bien de todos los tiempos, la esperanza de toda la tierra y el cumplimiento de las sabias promesas de todos los profetas. Pero en verdad les digo que no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino más bien aquel que hace la voluntad de mi Padre Celestial."
Fuente:Los Grandes. Jesús, Editorial Tomo, p. 102 – 103.
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