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Transformación de Jesús. Disposiciones para el cometido final

Después de la intensa labor de prédica del evangelio y la palabra de Dios, Jesús ya no acude a la gente, ella es la que va hasta donde él, pasa gran parte de su tiempo en su centro de actividades enseñando a la multitud e instruyendo a los doce discípulos.

Transformación de Jesús. Traslado a Pella

Jesús y los doce se establecen en Perea, cerca de Pella, donde el Maestro ha sido bautizado en el Jordán, el grupo completo es de trescientas personas, aunque todos los días llegan de todas partes de Palestina y hasta de lejanas regio­nes del imperio romano para ver y escuchar la enseñanza de Jesús.

Transformación de Jesús. La riqueza

En más de una ocasión, varios hombres poseedores de gran­des fortunas desean seguir a Jesús en sus prédicas, pero intuyen que sus fortunas son posibles obstáculos, pero aun así, sienten el llamado del espíritu para que sigan a ese hombre que los demás dicen que es el Mesías esperado por largo tiempo. El Maestro no rechaza a ninguna perso­na en particular, pero después de hablar con él, muchos desisten en seguirlo.

Transformación de Jesús. En la casa de Pedro

Al estar nuevamente en Cafarnaúm, los trece se dirigen a la casa de Pedro, al estar allí, Jesús los reúne para preguntar­les directamente: "Cuando caminaban juntos esta tarde, ¿Se qué hablaban tan seriamente entre ustedes?", pero los dis­cípulos guardan silencio, porque varios de ellos tienen una larga discusión sobre los cargos que van a detentar en el reino venidero, sobre quién será el más grande y así sucesivamente, no han comprendido todavía que el reino del que les ha hablado Jesús durante mucho tiempo no es el Trono de Israel ni la herencia del rey David.

Jesús en Galilea. Hermandad

Jesús indica a los doce mortales que acaban de escuchar su declaración sobre el reino, que se arrodillen en círculo alre­dedor de él, después, coloca sus manos sobre la cabeza de cada apóstol y los bendice, extiende sus manos al cielo y reza: "Padre mío, aquí te traigo a estos hombres, mis men­sajeros. Entre nuestros hijos de la tierra, he escogido a estos doce para que vayan a representarme como yo he venido para representarte. Ámalos y acompáñalos como tú me has amado y acompañado, concédeles sabiduría mientras deposito todos los asuntos del reino venidero entre sus ma­nos. Deseo, si es tu voluntad, permanecer algún tiempo en la tierra para ayudarlos en su trabajo por el reino. Te doy las gracias, Padre mío, por estos hombres y los confío a tu cuidado mientras me dedico a terminar la obra que me has encomendado.

Jesús en Galilea. Enseñanza final

Antes de su labor pastoral, Jesús habla a los doce discípu­los que están sentados a su alrededor: "Hermanos míos, la hora del reino ha llegado, cada uno de ustedes ha aprendido más sobre el reino de mi Padre, pero en este momento tengo algo más que decirles. El nuevo reino está a punto de establecerse en el corazón de sus hijos terrestres y está des­tinado a ser un dominio eterno. Solemnemente declaro que mi Padre no es el Dios de los judíos o de los gentiles, es el Señor del Universo y no tiene favoritos, por lo que muchos vendrán del este y del oeste para sentarse con nosotros en el reino del Padre, mientras que muchos hijos de Abraham y Moisés se negarán a entrar en esta nueva hermandad. El poder de este reino no consiste en el número, fuerza de los ejércitos ni en la cantidad de riquezas, sino en la gloria del espíritu divino que vendrá a enseñar la mente y dirigir el corazón de los ciudadanos renacidos de este reino celestial: los verdaderos hijos de Dios.

Adolescencia de Jesús

Es sencillo imaginarse al joven Jesús jugando con sus amigos y compañeros quienes lo ven como un líder de su grupo por su gran inteligencia, sentido de igualdad y justicia. También recorriendo la sinagoga donde discuten fariseos y escribas y que Jesús no puede menos que sonreír y entristecerse al mismo tiempo por todo lo que escucha de ellos, incluso, de no aguantarse las ganas de platicar con estos supuestos doctos en la ley, quienes exprimen y manipulan las letras hasta dejarlas sin sentido alguno. Caminando y viendo la opulencia de Sephoris, capital de Galilea, tratando de adivinar que hay dentro de la enorme y profusa mansión de Herodes Antipas, resguardada por mercenarios galos, tracios y bárbaros, contratados exclusivamente para impedir el paso a cualquier esclavo y plebeyo que intente traspasarla sin autorización.

Jesús. Otra vez en Nazaret

La casa de Jesús no está lejos de la elevada colina situada en la parte norte de Nazaret, él y su familia viven en las afueras de la ciudad, lo que le facilitará disfrutar frecuentes paseos por el campo y subir a la cumbre de esta montaña cercana, una de las más altas de todas las colinas del sur de Galilea. La casa está situada hacia el sureste del promontorio de esta colina y aproximadamente a mitad de camino entre la base de esta elevación y la carretera que conduce de Nazaret a Caná. Además de subir a la colina, el paseo favorito de Jesús es un estrecho sendero que rodea la base de la colina hasta el lugar donde se une con la carretera de Séforis.

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