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Mahoma. La última peregrinación

El poder de Mahoma aumentó grandemente a partir de aquel drástico decreto, pues dada la fuerza bélica del Islam y la licencia dada a sus seguidores para matar y saquear de manera privada, los jefes de las tribus y representantes de las comunidades se apresuraron a manifestar su adhesión incondicional a Mahoma, a su religión y a su gobierno. Mahoma estaba muy satisfecho con el rumbo que iban tomando las cosas cuando ocurrió una desgracia que lo llenó de tristeza, pues entonces murió Ibrahim, quien había sido su único hijo varón y que apenas tenía quince meses de edad. Al ver que el profeta lloraba delante del sepulcro de su hijo, uno de sus allegados, Abd al Rahmán le dijo:

Mahoma. Tiempos de intolerancia

Terminada la campaña contra Siria, Mahoma se instaló en Medina y se dedicó a programar la administración de su creciente imperio, labor a la que dedicó todo su tiempo y su empeño, por lo que, al llegar el tiempo de la peregrinación, prefirió quedarse al mando del gobierno y delegar en Abu Bakr el cargo de Emir o líder de los peregrinos; la caravana partió con trescientos hombres y los camellos para sacrificar conforme la tradición. Pero al poco tiempo el Profeta tuvo una revelación, por lo que ordenó a su discípulo Alí que montara el Al Abdá, que era su camello más veloz, y fuera a La Meca a toda prisa para difundir allá la proclama que había recibido de Alá y que ya formaba parte del Corán.

Mahoma. Las batallas silenciosas

La instalación del Islam en el centro del mundo árabe fue un hecho pacífico, pero de cualquier manera un acto de fuerza y la imposición de un cambio muy drástico, tanto para los habitantes de La Meca como para las tribus de la región, quienes sentían estos cambios como una lesión en la sólida estructura social que se fundamentaba en tradiciones ancestrales, por lo que eran reacios a aceptar la nueva religión, y sobre todo someterse a un poder central, que tendía a rebasar el caudillismo que era parte de su sistema de vida.

Mahoma. La conquista de La Meca

Cuando sintió que había reunido la fuerza suficiente, Mahoma comenzó a dar forma a su gran proyecto: la toma de La Meca. Su primer movimiento fue la propuesta de un pacto de paz que acordó con Abu Sufián, jefe de los coraixíes y gobernador de La Meca. Este pacto fue conversado y acordado, pero Mahoma se cuidó de no redactarlo y firmarlo, de manera que sus términos eran ambiguos y dejaban un gran margen para la interpretación, pero le resultaba útil para desactivar por algún tiempo las medidas de defensa que podían tomar los coraixíes, en virtud de que no se sentirían amenazados. Esta estrategia le permitió comenzar a preparar, en secreto, la expedición de conquista, tratando de evitar, por el mayor tiempo posible, que los coraixíes se dieran cuenta de sus intenciones, lo que aparentemente dio resultado y Mahoma logró reunir diez mil hombres y ponerlos en movimiento antes de que los coraixíes sospecharan algo. Las primeras jornadas se realizaron por el terreno abrupto, evitando los caminos, para que su desplazamiento pasara inadvertido; se dice que el ejército llegó hasta el valle de Marr Azzharán, próximo a la ciudad sagrada sin ser advertido, aunque hasta ahí llegó gente que quería abrazar la fe del Islam y unirse a sus fuerzas, lo que indica que la noticia había corrido ya. Uno de los allegados fue Al Abbás, tío de Mahoma, quien finalmente había decidido apoyar a su sobrino, aunque es probable que sus intenciones fueran diplomáticas, porque una noche salió a explorar el terreno y se encontró con dos hombres que de inmediato fueron hechos prisioneros por los guardias de avanzada; se trataba nada menos que de Abu Sufián y de uno de sus generales; ambos fueron llevados ante la presencia de Umar, quien quedó sorprendido y satisfecho de haber capturado al líder de sus enemigos sin librar batalla alguna y blandió su cimitarra con intenciones de resolver la situación de manera expedita, pero Abbás se interpuso, aduciendo que esos eran sus prisioneros y quedaban bajo su protección hasta que el propio Mahoma emitiera su veredicto.

Mahoma. El asedio de Jaibar

Tal vez para compensar la imagen de debilidad que se había formado entre su gente por la fallida peregrinación a La Meca, para generar un nuevo entusiasmo entre sus seguidores, o tal vez por el botín, Mahoma organizó una expedición de guerra en contra de los habitantes de la ciudad de Jaibar, que en su mayoría eran judíos, enriquecidos por el comercio y la buena agricultura de la región. Esta ciudad se encontraba a cinco días de camino de Medina y se había convertido en un refugio para todos aquellos que eran hostilizados por los musulmanes, en especial los judíos que habían tenido que salir de Medina, por lo que bien podía considerarse que esta ciudad estaba habitada por enemigos de la fe, lo que probablemente fue el argumento de Mahoma en aquella campaña.

Mahoma. Un tratado de paz

Habían transcurrido seis años desde la Hégira y Mahoma había logrado ya la consolidación de su sistema religioso, aunque actuando más como político que como místico, pues su fuerza radicaba en su organización social y su capacidad bélica. Pero la propuesta de Mahoma estaba vinculada indisolublemente con las tradiciones del mundo árabe y éste tenía por centro a la ciudad de La Meca y a la Kaaba, por lo que el Islam no podría imponerse completamente sin asentarse precisamente en el corazón de la personalidad árabe.

Mahoma. La batalla de Badr

Después de dos años de establecido en Medina, el Profeta recibió el informe de que una caravana de mil camellos venía de Siria con rumbo a La Meca y que al frente de esa caravana iba nada menos que su gran rival, Abu Sufián, protegido por una pequeña guardia de treinta guerreros, pronto atravesarían la zona montañosa cercana a Medina, por lo que Mahoma se apresuró para reunir una tropa de trescientos catorce hombres y se dirigió por el camino de La Meca, hasta un valle regado por el río Badr, donde necesariamente debían pasar las caravanas, por lo que se aposentó ahí junto con sus hombres para esperarla. Pero también Abu Sufián tenía sus espías y se enteró de que Mahoma pretendía tenderle una emboscada, por lo que envió a un mensajero, de nombre Umair, para pedir refuerzos a La Meca. El mensajero llegó a La Meca extenuado; todos se alarmaron de la situación y el gobernador de la ciudad, Abu Chahl, quien, como recordaremos, era otro de los acérrimos enemigos de Mahoma, tomó cartas en el asunto y corrió la voz de alarma por toda la ciudad, llamando a las armas como si se tratara de una invasión. Al enterarse de que el ataque era contra Mahoma se adhirieron los coraixíes que se consideraban severamente ofendidos y se reunió una fuerza considerable, pues constaba de cien caballeros armados y setecientos camellos de apoyo que de inmediato se puso en camino, llevando al frente al mismo Abu Chahl, quien ya tenía setenta años, pero estaba sediento de venganza. Mientras tanto la caravana de Abu Sufián, quien había averiguado la localización de las fuerzas de Mahoma, avanzó por un camino alterno y pudo evadir el enfrentamiento, por lo que envió otro mensajero a La Meca para avisar que el peligro había pasado, pero el mensajero encontró al ejército de los coraixíes que avanzaban a marchas forzadas. Se celebró entonces una asamblea entre los jefes del ejército y no pudieron ponerse de acuerdo, pues mientras algunos querían continuar con la campaña para acabar de una vez por todas con su enemigo, otros preferían no someterse a un enfrentamiento peligroso, aunque sabían que su número era superior al de las huestes de Mahoma; finalmente la mayoría se decidió por continuar con la campaña punitiva mientras que una minoría decidió regresar a La Meca.

Mahoma. La Hegira

Aquel periodo de encierro y meditación rindió grandes frutos, aunque sólo en un sentido filosófico o doctrinario, pero la expansión de la fe se había detenido y la condición del profeta no podía haber sido más lamentable, había perdido a su esposa Kadidja y a su tío Abu Talib, quienes eran sus dos grandes apoyos, tanto morales como políticos e incluso financieros. Habían pasado ya diez años desde que recibiera las primeras señales de su misión y la cosecha era demasiado pobre, pues a pesar de que las doctrinas del Islam eran ya parte de una polémica ideológica entre la gente, los verdaderos conversos eran pocos y estaban confusos y desconectados, pues les faltaba una liturgia religiosa que definiera su conducta y su pensamiento, pero sobre todo les faltaba la presencia de su líder. De todo esto estaba consciente el Profeta, y por eso decidió abandonar su refugio y retomar su actividad proselitista, pero buscando la mayor seguridad y eficacia posibles, por lo que aprovechó la llegada del mes sagrado de tregua y peregrinación para salir de su escondite y volver a establecer el contacto con la gente de las tribus foráneas, lo que le había dado muy buenos resultados anteriormente. Después de diez años había comprendido que la ciudad de La Meca no era el terreno propicio para la difusión de su doctrina, pues ahí su palabra y su persona eran interpretados a partir de un conjunto de antecedentes que distorsionaban la comprensión y aceptación del mensaje, por lo que ahí la difusión de la fe no tenía futuro; así que en esta ocasión se propuso hacer contacto con los dirigentes de las tribus de otras regiones, con objeto de encontrar alguna que lo acogiera sin prejuicios y le facilitara el ejercicio comunitario de su religión y su propagación, sin que esto generase los conflictos de su tierra natal.

Mahoma. El año del luto

El momento de mayor peligro para Mahoma y sus correligionarios fue el estado de sitio al que se los sometió en el castillo de Abu Talib; en aquellos momentos ellos no contaban con suficientes fuerzas para luchar contra un enemigo poderoso y el apoyo popular era muy escaso; pero esa situación se superó de manera casi milagrosa, y en alguna medida se revirtió a favor de los musulmanes, pero no tanto como para que ellos pudieran considerarse triunfadores, pues pasados tres años desde aquella crisis las contradicciones continuaban y el decreto en contra de Mahoma y sus seguidores seguía pegado en la Kaaba, por lo que permanecía vigente, pero no en todas sus cláusulas, pues por efecto del tiempo, algunas partes del decreto ya eran ilegibles; finalmente la humedad terminó borrando casi todas las palabras, con excepción de las primeras: En tu nombre, Dios Todopoderoso..., y lo demás ya era ilegible, por lo que la gente simplemente consideró que el decreto estaba anulado y nadie puso reparo alguno en que Mahoma y sus seguidores regresaran a La Meca. Algunos escritores musulmanes sugieren que fue la voluntad de Alá la que borró el decreto y con ello liberó a su profeta del anatema que se cernía sobre él; pero independientemente de las creencias que motiva la fe, la realidad fue que en esos tres años los detractores de Mahoma, con Abu Sufián a la cabeza, habían disminuido, mientras que los adeptos o simples simpatizantes habían aumentado considerablemente, no sólo en La Meca, sino en muchas regiones árabes, por lo que aquel decreto, y en general la hostilidad de los detractores había perdido fuerza, al grado de que la situación se estaba revirtiendo a favor de los musulmanes, pues las conversiones aumentaban grandemente, por lo que todo iba viento en popa para el profeta; pero pronto habrían de aparecer dos grandes sombras en su camino; la primera de ellas fue la muerte de su tío y protector Abu Talib, quien fue muy longevo para los estándares de la época, pues murió a los ochenta años de edad. Algunos autores dicen que en sus últimos momentos abrazó la fe del Islam, aunque otros dicen que solamente renunció a sus creencias idólatras, pero que permaneció fiel a las tradiciones de sus ancestros; cualquiera que haya sido el caso, para Mahoma y sus fieles fue una gran pérdida, pues Abu Talib seguía siendo un elemento de cordura en medio de la contienda ideológica y política.

Mahoma. Comienza la difusión de la fe

No fue sino hasta que encontró la plena seguridad dentro de su alma, que Mahoma comenzó a predicar la nueva fe. Se dice que uno de los primeros conversos fue su siervo Zaid, quien pertenecía a la tribu de Kalb y había sido capturado de niño por una banda de traficantes de esclavos que pertenecía a la misma tribu de Mahoma, y por alguna negociación, este joven había pasado a ser de su propiedad; pero con el tiempo Mahoma había llegado a apreciarlo tanto que finalmente lo adoptó como hijo. Cuando Zaid aceptó el llamado de la nueva fe, se convirtió en el más fiel servidor de Mahoma y en su principal guardián. La propuesta de la nueva fe que Mahoma predicaba representaba un peligro para él y su familia, pues de hecho constituía una herejía y una traición a su estirpe, pues él descendía precisamente de los guardianes del templo de la Kaaba, por lo que era su deber la defensa de la tradición, y de ninguna manera el repudio de las antiguas prácticas, como era la adoración de los múltiples dioses; especialmente debía cuidarse de los descendientes de Abd Xams, quienes habían cultivado el odio hacia sus primos, los descendientes de Haxim, que era la estirpe de Mahoma y que siempre había tenido preeminencia sobre aquellos parientes, tanto en el sentido financiero como en el político; por lo tanto era de esperarse que al conocer la desviación herética que ahora predicaba su primo, habrían de presionar para disputar a la familia la custodia de la Kaaba y los privilegios que a ellos reportaba. El jefe de esta rama de los Coarix era Abu Sufián, quien era bisnieto de Abd Xams, quien a su vez fuera hermano de Haxim, fundador de la familia a la que pertenecía Mahoma; él era un personaje rico, ambicioso y de gran inteligencia, por lo que era un rival muy poderoso y se debía tener mucho cuidado para evitar un enfrentamiento directo con él.

Nace el Islam

En su primera fase de apogeo, el islamismo se extendió con rapidez y conquistó amplios territorios en Persia, Irán, Siria y el norte de África. Las nuevas riquezas que afluían y la lucha por el poder originaron grandes tensiones que desembocaron en el enfrentamiento entre chiíes y suníes.

¿Cómo está constituida la Kaaba?

Este santuario de forma cúbica cuyo nombre significa "el dado", ocupa el centro de la mezquita Masjid al-Haram, en La Meca, y hacia él miran los musulmanes cuando rezan, al ser el lugar de peregrinación más importante del islam. Cuenta la tradición islámica que los cimientos del edificio fueron establecidos por Abraham e Ismael, y que la Piedra Negra que se encuentra en uno de sus ángulos fue traída del cielo por el arcángel Gabriel. Los peregrinos buscan tocar esta roca, que según la interpretación secular es en realidad un meteorito.

25 Datos de Mahoma

 

1

La Kaaba es el centro de la peregrinación a la Meca, esta peregrinación conecta a los musulmanes con sus orígenes y su identidad.

2

El encuentro con el Arcángel Gabriel desató en Mahoma la convicción por el desarrollo espiritual de su pueblo.

3

La labor profética de Mahoma comenzó de manera muy difícil, ya que incluso su familia se convirtió en uno de sus enemigos.

4

Mahoma no quería fundar una nueva religión sino reformar el judeocristianismo.

5

Una de las mezquitas más grandes de la Meca fue construida en el siglo XVII, tiene capacidad para 10,000 personas.

6

Se dice que Mahoma llegó a realizar milagros para ganar adeptos, pero esta afirmación contrasta con sus ideas acerca de este tema.

7

Tras quedar desamparado Mahoma se refugia en Taif, donde experimenta otra visión sobrenatural.

8

Al buraq (el relámpago) era el nombre del caballo materializado por el Arcángel Gabriel, tenía rostro humano, cuerpo de equino y alas.

9

Según algunos escritores Mahoma fue levantado por el Arcángel Gabriel sobre las montañas, otros sostienen que fue llevado por Al buraq.

10

Durante su visita a los siete cielos, Mahoma pudo hablar con los grandes profetas de la historia como Moisés.

11

Abraham e Ismael edificaron la Kaaba, después se introdujeron ídolos dentro de este recinto sagrado, esto molestaba fuertemente a Mahoma.

12

La ciudad de Medina fue una de las plataformas de lanzamiento para la difusión de la nueva religión fundada por Mahoma.

13

La contradicción de atacar a sus enemigos durante el mes sagrado, llevó a Mahoma a desarrollar la teoría de la predestinación.

14

La batalla de Badr fue crucial para los planes de expansión de Mahoma.

15

Mahoma, después de unos altercados con judíos en Medina, cambió el "punto de oración", la Qibla, de Jerusalén a La Meca, por lo que los musulmanes, desde entonces, se orientan hacia allá en sus oraciones.

16

Uno de los arcos que perteneció a Mahoma, además de que cuenta con un estuche de oro con bellos grabados, se encuentra actualmente en el museo Topkapi Sarai en Estambul.

17

Mahoma estaba consciente de la importancia de las relaciones diplomáticas con las regiones vecinas así como con el extranjero.

18

Mahoma envió mensajes a varios dignatarios vecinos para invitarlos a unirse a la nueva religión.

19

Muchos de los líderes de países vecinos acudieron al llamado de Mahoma, mientras que los que no lo hicieron así, mandaron generosos obsequios al profeta.

20

Las armas árabes fueron parte fundamental de los planes de expansión de Mahoma.

21

Abu Bakr fue nombrado líder de los peregrinos tras la decisión de Mahoma de quedarse al frente del poder.

22

Mahoma presentía que se acercaba el fin de su existencia, por lo que llamó a una reunión a sus allegados y les delegó responsabilidades sobre su reino.

23

Poco antes de morir, Mahoma saldó todas sus deudas, tanto morales como económicas, y hecho esto, decidió dejar este mundo y murió días después.

24

"No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta". Esta frase refleja y sintetiza una manera de ser, de sentir y de pensar para millones de personas; se trata de una demostración de fe tan clara y contundente que no admite bemoles ni medios tonos

25

Tal vez el genio de Mahoma fue haber descubierto cierta motivación en sí mismo y en su pueblo, y tal vez por eso llamó "Islam" (sumisión) a su sistema religioso - político.




Mahoma. La Llegada del Profeta

Mahoma nació en la ciudad de La Meca, en el mes de abril del año 569 D.C.; perteneció a la tribu de los Coraix, cuya estirpe venía de los hermanos Haxim y Abd Xams. Se reconoce al primero de ellos: Haxim, como el ancestro directo de Mahoma, y era un personaje que había pasado a la historia de la ciudad de La Meca como uno de los principales dirigentes políticos en sus tiempos, y sobre todo como un benefactor de su gente, pues a él se debía la apertura de las rutas de comercio que vitalizaron a la ciudad y a toda la región; a partir de este desarrollo, La Meca se convirtió en un importante centro político y económico, bajo la dirección de los miembros de las familias Coraix, quienes llegaron a acumular una gran riqueza y el poder que de ello se deriva. A principios del siglo VI, el patriarca Haxim obtuvo el honor de ser nombrado guardián del gran templo ceremonial de los árabes, llamado Kaaba, símbolo de sacralidad de la ciudad y fuente de poder para quien ejerciera ese cargo, dada una tradición muy arraigada en los árabes, para quienes el poder religioso y el político son una unidad.

¿Cómo está constituida la Kaaba?

Publicado originalmente por la revista Muy Interesante, en esta ocasión se comparte un artículo con imagen integrada sobre la Kaaba, el santuario más importante del Islam, alojado en la ciudad árabe de La Meca. En este texto se explica parte de su historia y los elementos que la forman.

Jalid ibn al – Walid

Jalid ibn al-Walid nació en La Meca, en el seno del clan de los quraysíes, enemigos ancestrales del profeta Mahoma. Fue además el gran artífice de la victoria de sus conciudadanos frente al ejército del Profeta en Uhud (625). Un año antes, su hermano había caído prisionero en la batalla de Brad convirtiéndose al islam, decisión que finalmente también tomó Jalid, jurando lealtad a Mahoma. Cimentó su leyenda en la invasión de la Persia sasánida, conquista que ejecutó con admirable efectividad en pocos años. Su siguiente cometido, no menos exitoso, fue la conquista de la Siria bizantina, pero no sin la oposición del califa Ornar, que optó por relegarlo del mando en favor de Abu Ubaidah. Era un general escasamente competente pero más piadoso que Jalid quien, no obstante, tuvo el buen juicio de delegar su poder en los momentos más comprometidos.

Los cinco pilares del Islam

La oración.

Los arkan al-lslam son los cinco preceptos Fundamentales que todo musulmán debe cumplir. Uno de ellos (el segundo) implica rezar cinco veces al día, mirando a La Meca. Se puede realizar en cualquier parte, solo o acompañado, pero la oración comunitaria tiene todavía más valor.

El Corán. Palabra de Dios. La esencia

Para poder profundizar en la esencia de El Corán, conviene sumergirse antes en la tierra y en la sociedad en la que emergió: la Arabia del siglo VII. 

Era una vasta extensión de arena, montes y rocas salteada de oasis en la que diversas tribus luchaban por el control del comercio y los escasos acuíferos. Aparte de cierto pastoreo, las principales actividades eran el trasiego de caravanas y el pillaje. Las mercancías se desembarcaban en el puerto yemení de Adén y eran transportadas en largas hileras de camellos hasta el acaudalado oasis de La Meca, patria de mercaderes paganos, adoradores de betilos. El más importante de éstos era un trozo de obsidiana -la célebre Piedra Negra-, que se veneraba en un santuario cúbico conocido como la Kaaba. Desiertos y oasis hospedaban también diferentes comunidades de judíos y cristianos. La colonia judía más poderosa habitaba en el palmeral de Medina, donde Mahoma halló refugio en el año 622, cuando huyó de la animadversión de sus conciudadanos de La Meca, suceso conocido como la Hégira. 

El último profeta. Movimiento pacífico

El triunfo definitivo, sin embargo, no vendría de la guerra, sino de una acción inteligente y audaz por parte de Mahoma. Acompañado por un millar de musulmanes desarmados se dirigió a su ciudad, que ahora lo tenía como enemigo público, para culminar la sagrada peregrinación que a ningún árabe se le podía prohibir. Sin embargo, los coraixíes de La Meca no estaban dispuestos a permitirle la entrada y mandaron un nutrido grupo armado a su encuentro. Tras una larga negociación, llegaron al acuerdo de que los musulmanes realizarían sus ritos fuera de la ciudad y regresarían a Medina.

El último profeta. Experiencia mística

Transcurría la séptima noche del mes de Ramadán del año 610. Al interior de una cueva del monte Hira desde la que se domina la ciudad de La Meca, un mercader de la tribu de los coraixíes, llamado Muhammad ibn Abdallah, se echó a dormir. Era un hombre de 40 años provisto de gran espiritualidad, que tenía el hábito de retirarse cada año a esa cueva -acompañado por toda su familia- para orar, meditar y practicar actos de caridad con cuantos se acercaban a su retiro en busca de alimento o limosna. Pero la séptima noche de Ramadán fue distinta, porque Muhammad atravesó por una experiencia mística trascendental que iba a cambiar el curso de la Historia. Según lo explicó él mismo, se sintió de pronto entre los brazos de un ángel que lo estrechó en un abrazo tan fuerte que le impedía respirar a la vez que le daba una orden terminante y escueta: "¡Recita!".

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