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Cuauhshihua (El guardián de los bosques)




Los dioses creadores miraban con enojo a los hombres que iban a los bosques, no a gozar de su belleza, sino a destruirlos.

Veían que los hombres arrancaban los hermosos árboles que ellos habían hecho brotar de la tierra para que lucieran en las montañas y dieran reconfortante sombra, pero los hombres parecían no darse cuenta de la destrucción que llevaban a cabo.

La música, el canto y el baile




Los dioses crearon el mundo, al hombre y su alimento. Y éstos los veían trabajar y vivir en paz, pero aún no estaban satisfechos del todo… algo faltaba, algo que alegrara las almas de sus criaturas y las distrajera luego de una larga jornada de trabajo… con lo que pudieran convivir unos con otros.

El maíz




El propio Quetzalcóatl cierra su ciclo con el descubrimiento del maíz, “nuestro sustento”.

- ¿Qué comerán? ¡Oh dioses…! ¡Que descienda el maíz, nuestro sustento! – ordenaron los dioses una vez creados los hombres.

El Popol Vuh




El Popol Vuh es el libro sagrado de la conocida cultura quiché – maya. Se le conoce también como el libro del Consejo o del pueblo, y es un testimonio de la manera como los antiguos habitantes de esta zona concibieron los orígenes del mundo, de los dioses y de las varias edades cósmicas.

La creación del hombre




La humanidad atravesó por cuatro soles o “edades” antes de que los dioses crearan al hombre tal y como lo conocemos hoy. Es durante el quinto sol, cuyo principio tuvo lugar hace muchos, muchísimos años en Teotihuacán, bajo la adoración de Quetzalcóatl, que los dioses nuevamente se reunieron, preocupados por establecer una nueva especie humana sobre la tierra.

Los cuatro soles




Cuando los dioses ya habían creado la tierra, el agua y el fuego, los otros dioses de la región de los muertos, llamada Mictlan, se pusieron muy contentos por todo lo creado. Pero se dieron cuenta de que el sol no les había quedado bien pues alumbraba muy poquito y no calentaba.

Hunab




El creador del mundo maya era Hunab, y se creía que su hijo, Itzammá, señor de los cielos, de la noche y del día, había otorgado a los mayas la escritura, los códices y el calendario, Su culto estab asociado a menudo con el de Kinch Ahí, dios del sol.

Opochtli




Una vez que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl formaron la tierra, el agua tomó su cauce y fue buena; se llenó de espumas y olas como montes y colores jamás vistos. El agua tenía vida y por eso habitaban en sus profundidades animales preciosos e increíbles, fantásticos, como no los hay en tierra.

Tláloc




Tláloc, “el que hace crecer”, dios de la lluvia y el rayo, vivía en un hermoso palacio en la cima de las montañas, donde siempre estaba cubierto de nubes.

Coyolxauhqui y Huitzilopochtli




En el cerro de Coatépec vivía la diosa Coatlicue; ella barría a diario el monte. Un día, mientras estaba barriendo, bajó del cielo una pelotita de plumas, parecida a un nidito de ave. A Coatlicue le pareció muy bonita y la guardó en su cintura, bajo su vestido, para mostrarla después a sus hijos, pero cuando terminó de barrer ya no la encontró.

Tezcatlipoca Negro




Tezcatlipoca fue dios de la primera edad (o sol), y también quien se convirtió en estrella para luego transformarse en fuego. Era el dios de la noche y tenía el don de ser invisible a los ojos humanos y observar cuanto sucedía a través de un espejo de obsidiana; estaba en todas partes y leía el pensamiento de los hombres. Era el dios creador y destructor: dador de riqueza, pero también causante del fracaso y la ruina.

Quetzalcóatl




Dios del viento, estrella de la mañana y de la tarde, de la vida, de los gemelos y de la sabiduría, habitaba el cielo de Teoiztac, lugar mágico y lleno de misterio donde había un hermoso valle rodeado de jardines con flores que tenían al centro esmeraldas, turquesas, perlas, oro y plata, y los tallos eran de coral; había también azules lagos cristalinos cubiertos de majestuosas garzas blancas.

Ometecutli y Omecíhuatl




Había un dios y una diosa: Ometecutli, señor de la dualidad, y Omecíhuatl, señora de la dualidad (OME, en náhuatl, significa “dos”). Eran habitantes del mundo de la oscuridad, donde no existía luz alguna ni astros o flores blancas… Allí todo era penumbra y monstruos al acecho.

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