“No había cumplido tres años de mí cuando enviando mi madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñara a leer en una de las que llaman ‘Amigas’ me llevó a mí tras ella… y viendo que le daban la lección, me encendí yo, de manera, en el deseo de saber leer, que engañando, a mi parecer, a la maestra, le dije que mi madre ordenaba me diese lección. Ella no lo creyó porque no era creíble, pero por complacer al donaire, me la dio. Proseguí yo en ir, y ella prosiguió en enseñarme; ya no de burlas; y supe leer en tan breve tiempo, que ya sabía, cuando lo supo mi madre…”
Sor Juana.