¡Lo he comprendido al fin:
oigo un canto; veo una flor;
oh, que jamas se marchiten!
¡Lo he comprendido al fin:
oigo un canto; veo una flor;
oh, que jamas se marchiten!
Nicolás Mangana era un campesino pobre pero ahorrativo. Su mayor ilusión era juntar dinero para comprar unos puercos y dedicarse a engordarl...