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La niña Juana Inés. Una mirada a su época

Apegándonos a la descripción de uno de los biógrafos de Sor Juana, Nepantla, que en lengua náhuatl quiere decir ‘en medio, entre el frío y el calor’, es un pequeño pueblo ubicado en medio de la sierra; entre la zona templada y la tropical; en medio del calor y el frío, a la mitad de los volcanes y de la llanura. Es un lugar muy bello que pertenece al Estado de México. En el sitio donde se hallaba La Celda hay “un río que corre barranca abajo, precisamente a muy poca distancia del frente de la casa (de Asbaje). Desde esta podía oír la pequeña Juana su sonido cristalino que puso temprana música en sus oídos afinándolas para la armonía: es un río inspirador. En el corte profundo de la montaña, las piedras de su cauce, enormes y grises, modeladas por siglos de erosión, remedan animales antidiluvianos. Se cruza por un puente rústico (que atraviesa el ferrocarril), debajo del cual se precipitan veloces y rumorosas las aguas camino de Yautepec”. Dice la historia, además, que “la hacienda de Nepantla no era muy rica, pues rentaba 60 pesos al año y el ganado que tenía era de cincuenta bueyes mansos de arada; veinte vacas y becerros; treinta yeguas de trilla, veinte mulas y muchos apareados de reata y cincuenta abejas de vientre”. En sus campos se daban “sesenta fanegas de trigo”.

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