La silueta oscura de un hombre recortaba el arco luminoso del campanario. Era Pito Pérez, absorto en la contemplación del paisaje.
Sus grandes zapatos rotos hacían muecas de dolor; su pantalón parecía confeccionado con telarañas, y su chaqueta, abrochada con un alfiler de seguridad, pedía socorro por todas las abiertas costuras sin que sus gritos lograran la conmiseración de las gentes. Un viejo “carrete” de paja nimbaba de oro la cabeza de Pito Pérez.
Debajo de tan miserable vestidura, el cuerpo, aún más miserable, mostraba
sus pellejos descoloridos; y el rostro, pálido y enjuto, parecía el de un
asceta consumido por los ayunos y las vigilias.
Fuente:
Español. Lecturas. 6° Grado, Ed. Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, p. 64
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