Al llegar la entrada a Jerusalén, la gente del pueblo espera impaciente a Jesús y sus discípulos, muchos de ellos entonan ¡Hosanna, Bienvenido sea el hijo de David!, al mismo tiempo que llenan las calles con ramas de palma, todo es júbilo y alegría, las personas tienen la esperanza en que Jesús sea el libertador de Israel, quien acabará con los romanos y dará a los hijos de Moisés y Abraham su libertad largamente esperada, pero no saben ni conocen la enorme diferencia que existe entre ser soldado libertador de hombres y ser humano salvador de almas, por lo que esta manifestación y esa falsa creencia no es compartida por todos, el mismo nazareno sabe que está en la etapa más difícil para él, físicamente, lo oprime el suplicio que padecerá, pero también sabe y reconforta que, después de su muerte, sus apóstoles continuarán su obra al difundir la ley de su Padre, Dios.
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Jesús. Últimos días antes del mortal final
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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