A la difusión de la fe cristiana se le llamó evangelización. Era tan importante esta labor que el Papa, la persona más importante del catolicismo, la había regalado como un derecho a algunos reyes europeos, es decir, sólo ellos eran los únicos que podían autorizar la conquista de nuevos territorios a cambio de procurar la difusión de la doctrina cristiana entre las personas que vivieran en tierras desconocidas. Este derecho real se llamó patronato regio. Los reyes encargaron esta labor a los miembros de la Iglesia, a quienes juzgaron merecedores de ello.