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Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 12

Hoy ha despertado en la estación, entre monedas sin brillo. Ha encontrado a la niña a su lado, tocando el violín, mientras la gente se aproximaba fascinada.

Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 10

No tardaron en prenderse las lámparas de gas en los rincones distantes y ensombrecidos de aquella sala, desolada como el alma de un hombre perdido en la nieve. Cada mecha de fulgor iluminó el vacío, la techumbre hilada por algas y gelatina brumosa. Clía enmudeció al oír estelas de un murmullo nublado.

Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 8

Encadenada a la estela de desesperación de aquel silencio y convicción empavorecida, Clía saltó del carruaje, no sin antes haber acunado en su regazo el violín – que parecía tiritar –, el estuche de terciopelo y la pluma plateada, ensombrecida ahora por unas diminutas formas, del tamaño de semillas, que se asemejaban a entornados ojos cristalinos. Dos paso sobre aquel suelo encharcado fueron suficientes para recuperar el equilibrio, aunque pronto advirtió que no había nadie sobre el asiento del cochero. El extraño hombre de la bufanda había desaparecido. Le pareció encontrarse en un abismo de paredes de hielo y presintió la estela de varias siluetas al acecho. Intuyó que los buitres se habían posado en alguna cornisa cercana, presintió sus ojos fijos en ella, sus gélidas miradas de paciente espera.

Julio Ángel Olivares Merino – La parada del oscuro. Capítulo 7

Mientras atravesaba las entrañas de aquella penumbra escuchó el goteo constante de la irrealidad que atería su frente y la escalofriaba. Anhelando llegar al otro extremo del corredor, pasó junto a columnas esbeltas, recias, de aristas musgosas, sobre las que había imágenes de ángeles decapitados en cuyos regazos se esbozaban arpas descoloridas y cuervos de pesadilla, con gusanos y larvas en sus picos. No se escuchaba ruido alguno. Todo parecía esculpido tras el fino encantamiento de una superficie de cristal que acunara y preservara la delicadeza del silencio.

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