En el mayor de los secretos, Thomas Alva Edison (1847 – 1931) convocaba en las noches a grupos de científicos a sesiones espiritistas en su laboratorio. ¿El motivo? El Mago de Menlo Park buscaba evidencias científicas de la existencia de vida después de la muerte. Aun siendo escéptico, Edison creía que todos los seres vivos poseemos “unidades inmortales”: partículas que sobreviven a la muerte, tienen atributos materiales – peso, sustancia o carga eléctrica – y, por lo tanto, son detectables mediante celdas fotoeléctricas y medidores. Aunque durante las incontables invocaciones las agujas no registraron ni la más mínima alteración magnética, Edison nunca dejó de buscar un modo de hablar con los muertos.
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Edison y su secreto
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