El placer de la mesa no produce arrebatos, éxtasis ni arrobamientos; pero gana en duración lo que pierde en intensidad, y se distingue sobre todo por el privilegio particular de que goza, disponiéndonos para todos los demás deleites o al menos consolándonos por haberlos perdido.
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Del placer de la mesa. Efectos
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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