Abre tus puertas y mira a lo lejos.
En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las flores, hoy marchitas, de hace cien años.
Abre tus puertas y mira a lo lejos.
En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las flores, hoy marchitas, de hace cien años.
Había una vez un hombre a quien todos querían porque contaba historias muy bonitas.
Diariamente salía por la mañana de su aldea, y cuando volvía al atardecer, los trabajadores, cansados de trajinar todo el día, se agrupaban junto a él y le decían:
—¡Anda, cuéntanos lo que has visto hoy!
¡Quién fuera mariposa!
Flor del aire, luciente y fugitiva…
¡Envidio esa existencia temblorosa
Al despertar, extrañan la tibieza del nido,
saltan de los barrotes de la jaula sonora
y se quedan de nuevo con el piquito hundido
Apenas sé abre la puerta, salta del gallinero con las patas muy juntas.
Es una gallina común y corriente, de apariencia modesta y que jamás ha puesto huevos de oro.
Deslumbrada, titubeante, avanza algunos pasos por el corral.
La tarde.
Ruedan las olas frágiles
de los atardeceres
como limpias canciones de mujeres.
Estaba la pájara pinta
sentadita en el verde limón;
con el pico recoge la hoja,
con las alas recoge la flor.
¡Ay sí, ay no!
¡Cuándo vendrá mi amor!
Una rata corrió a un venado,
y los venados
al jaguar,
y los jaguares a los búfalos,
y los búfalos a la mar…
La estrella polar
cambió sus
vestidos
y los tiró al mar.
El mirlo se pone
su
levita negra,
y por los
faldones le asoman las patas
de color de cera.
En la presente entrada se comparte una reflexión más por parte de Albert Einstein , que nos insta más a pensar en nosotros mismos que en dar...