El 8 de Agosto de
1879, el estado de Morelos recibió al noveno hijo del matrimonio Zapata
Salazar. Era Milianito, que nacía con una marca en el pecho, la cual todos
vieron como una señal que marcaba el destino del recién nacido.
Emiliano Zapata tuvo
de niño una gran afición por los caballos y por los relatos fantásticos que
escuchaba de las mujeres del pueblo. Vistió calzón de manta, pero en cuanto
pudo se compró su primer pantalón y lo adornó con monedas “de a real”, desde
entonces destacó por su porte de charro elegante. Aficionado a los jaripeos, a
la pelea de gallos y a las corridas de toros, fue un gran jinete y tirador.
Montado con garbo en
yegua alazana
era charro de admirar
y en el coleadero era
su mangana
la de un jinete cabal.
Una rana en un
charquito
Cantaba en su
serenata:
- ¿Dónde hubo un
charro mejor
Que mi general
Zapata?
Desde muy joven
destacó por defender los derechos de los campesinos. Jamás nadie compró, con
dinero, su noble y digna causa. Jamás la vendió con los distintos gobiernos que
le ofrecieron haciendas para que abandonase la lucha. Nunca traicionó a su
pueblo.
Amó y defendió la
justicia. Fue duro con la traición y afectuoso con subordinados y campesinos.
Su preocupación por la niñez se tradujo en la creación de escuelas.
Encabezó la
revolución en Morelos. El reparto de la tierra y la devolución de los terrenos
arrebatados fueron sus principios básicos; los proclamó en el Plan de Ayala y
los defendió hasta la muerte. Impulsó la reforma agraria en los territorios que
dominaba.
Participó en el
derrocamiento a la dictadura porfirista, porque Francisco I. Madero había
prometido devolver las tierras a los pueblos. Madero no cumplió y Zapata le
dijo: “señor Madero, yo no entré a la revolución para hacerme hacendado; si
valgo en algo es por la confianza que me han depositado los rancheros”.
Después, Zapata ayudó
a Carranza a derrocar la dictadura huertista. Venustiano pagó su apoyo mandando
a matar al héroe de los desposeídos de la tierra.
Su cadáver fue
exhibido en la plaza pública y los carrancistas corearon ¡Han matado a Zapata,
arriba Carranza! Pero el pueblo, conmovido y sin resignarse debido a esta
muerte a traición, empezó a cantar:
Arroyito revoltoso,
¿Qué te dijo aquel
clavel?
- Dice que no ha
muerto el jefe,
que Zapata ha de
volver.
Las balas pudieron
matar al hombre, pero nunca a la leyenda: ¡Emiliano Zapata huye!
Fuente: Supertareas
4, Fernández Editores.
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